Ha llegado el momento de dejar Madagascar. El 20 de junio cuando llegué a
esta isla sabía que el tiempo pasaría rápido y efectivamente, no me equivocaba.
Estoy muy contenta por haber tomado la decisión de venir a vivir una nueva
experiencia maravillosa. Tengo que agradecer a mucha gente el estar aquí.
Primero a Agus, que fue quien me habló de este proyecto y de cómo comenzó a
fraguarse, mientras tomábamos unos vinos por Salamanca. A Marta y a Koldo por
permitirme colaborar en esta fantástica iniciativa. A Gustavo por abrirme de
par en par las puertas de su casa. A todo el mundo que he conocido aquí y que
me ha hecho tan grata compañía. A mi familia, a mis amigos y a todos los que
habeis seguido este blog. A pesar de la distancia os he sentido muy cerca.
Quiero destacar la labor que hacen muchas personas dedicando su tiempo a
intentar que la vida de los más desfavorecidos sea un poco mejor. En el mundo
de las ONGs siempre ha habido luces y sombras, pero yo quiero referirme a
aquellos, que anónima y desinteresadamente, han dejado todo para dar lo mejor
de sí mismos en cualquier parte del mundo.
Sé que no es fácil coger la maleta y marcharse a cooperar, pero si en
algún momento teneis la oportunidad de hacerlo y os apetece, no lo dudeis. Es
tanto lo que te enriquece... Lo que cualquiera de nosotros podemos aportar, no
es nada comparado con lo que recibimos a cambio. Me marcho feliz por la sonrisa
de cada niño, por los saludos diciendo mi nombre, por la generosidad de
compartir lo que tienen conmigo, por su interés en aprender español, por sus
ganas de volver a verme, por los paseos diarios, por los preciosos atardeceres
y por el cielo estrellado.
No puedo decir nada malo de los días que he pasado aquí. Me llevo una
vivencia increíble. Me ha ayudado a conocerme un poco más, aunque esto suene a
lo mismo de siempre, pero es verdad. He sido capaz de hacer cosas y de vivir
situaciones para las que creía no estar capacitada.
Regreso a España y a mi vida
acomodada. Volveré a quejarme si engordo unos kilos, si me cortan el agua y no
puedo ducharme, y si el vecino tiene la música muy alta. Pero me voy un poco
más rica en mi bagaje personal. Mi maleta va cargada de emociones, sensaciones,
sentimientos e ilusiones . Dejo una parte de mí en esta isla y me llevo un
pedacito de Madagascar en el corazón. Quizás algún día este blog vuelva a
contaros historias de la isla roja. Hasta entonces, cuidaros y sed felices!